Diciembre 09, 2004

Tuning en Irak

Cabo Thomas Wilson: “¿Por qué los soldados tenemos que revisar los basureros locales en busca de metal de desecho y cristal antibalas para mejorar el blindaje de nuestros vehículos?”

Donald Rumsfeld: “Uno va a la guerra con el ejército que tiene”.
Más.

Un documento de la CIA alerta de que la situación en Irak empeora

Imagen, vía Elástico

Publicado por Ignacio Escolar a las Diciembre 9, 2004 09:54 AM | TrackBack


Comentarios

Leyendo esta noticia lo raro es que no deserten tod@s en masa...
Rumsfeld viene a decirles, "os jodeis no haber venido, es que la guerra es asi"

Madre mia si Gila estuviese vivo..

Vivir para ver...

Publicado por: nushu a las Diciembre 9, 2004 10:26 AM


Y en parte tiene razon, que es lo peor ...
La guerra es así
¿ alguien pensaba que era mejor ?
¿ alguien pensaba que en una guerra las cosas no empeoran con el tiempo ?

Publicado por: Grohl a las Diciembre 9, 2004 10:37 AM

Si "uno va a la guerra con el ejercito que tiene" no quiero ni imaginar como iban los españoles en Irak... La mayoria de los cuarteles aun con Nissan Patrol sin blindar, los CETME que despues de disparar un cargador en automático lo podias tirar a la basura,...
Recuerdo unas maniobras que uno de los condudctores se llevaba la llave del Patrol por seguridad y decia el sargento "Dejala puesta, si nos roban el coche nos hacen un favor".
En fin...
You´re in the army now ooohhh uuhh oohhh
You´re in the army now

Publicado por: Nico a las Diciembre 9, 2004 10:48 AM

Pero si es que dan pena, no entiendo porque no se retiran ya. Esa gente tiene una forma de vivir allí que no es la misma que la de aquí.

Publicado por: Joan a las Diciembre 9, 2004 10:52 AM

siempre enlaces con el diario Edmundo, si llueve porque llueve, si no pues también, y apenas enlaces a otros medios. ya huele un poco, no? apesta, colega, apesta!

Publicado por: anonimo a las Diciembre 9, 2004 11:32 AM

Estimado colega anónimo. La razón por la que suelo enlazar a El Mundo es que es uno de los pocos medios en Internet donde los enlaces no caducan a los tres días o se vuelven de pago. Si tienes algun otro medio que pueda enlazar que cumpla estos requisitos, lo enlazo encantado. En cualquier caso, la información que enlazo suele ser de agencia. Como este caso. Tienes el mismo teletipo en todo el resto de Internet.

Publicado por: Nacho a las Diciembre 9, 2004 11:38 AM

En todo caso felicitar al soldado estadounidense por sus redaños, en cualquier otro ejercito del mundo, de país democrático o no, una pregunta de este estilo le podría arruinar la vida para siempre.

Publicado por: pasabaporaquí a las Diciembre 9, 2004 12:10 PM

Puedes usar xornal (xornal.com) que aunque su portada esta orientada a galicia sobre todo, los links permanecen (comprobado con uno del 5 de septiembre) y tb tiene noticias de todo el mundo...
En terra.es no estoy seguro pero creo que si
Más tarde si quieres te digo alguna otra fuente, pero a mi me da igual la fuente usada, de todos modos.

Publicado por: CartDestr a las Diciembre 9, 2004 12:27 PM

Acabo de recibir un e-mail que creo de interés general. Nacho, si lo juzgas interesante podrias ponerlo en cubierta para darle mayor difusion. Ahi va:

Seguida ‹y adjunta, en documento de Word‹ va una carta abierta a Lluís Bassets, del diario 'El País', cuyo contenido estimo de interés
general. Te ruego que contribuyas a divulgarla en la medida de tus posibilidades.
Gracias por tu atención.
Con un saludo cordial,

Ignacio Echevarría


________________________________________________________________________
____

Ignacio Echevarría

CARTA ABIERTA A LLUÍS BASSETS,
DIRECTOR ADJUNTO DEL DIARIO 'EL PAÍS'


Barcelona, 9 de de diciembre de 2004

Estimado Luis,

como esta es una carta abierta, conviene repasar algunos hechos que te son bien conocidos.

El pasado 4 de septiembre apareció en Babelia una reseña mía sobre la novela 'El hijo del acordeonista', de Bernardo Atxaga, por entonces
recién publicada. La novela ‹interesa puntualizarlo‹ ha sido editada en
castellano por Alfaguara, que pagó un importante adelanto para hacerse
con ella, y que la lanzó como uno de los "platos fuertes" de la rentrée otoñal. Como suele suceder en estos casos, Babelia prestó una atención
especial a la novedad, dedicándole a Atxaga la portada del suplemento y una amplia entrevista. En este contexto apareció mi reseña, que era
inequívocamente desaprobatoria del libro, pero que ‹importa hacerlo constar‹ me había sido solicitada por la directora del suplemento, María Luisa Blanco, quien antes me consultó acerca de mi opinión sobre Atxaga, respondiéndole yo, sin falsedad, que se trataba de un autor
cuya trayectoria venía siguiendo con curiosidad y con respeto.

La publicación de la reseña provocó en la dirección del periódico una
fuerte conmoción, que se tradujo de inmediato en un pautado despliegue de artículos, entrevistas y crónicas que, en conjunto, apuntaban tanto
a paliar y neutralizar los posibles efectos de la reseña como a compensar a Bernardo Atxaga por los perjuicios de todo tipo que ésta
pudiera acarrearle. En cualquier caso, la reacción fue tan desproporcionada, que llamó la atención de numerosos medios de prensa
españoles, que se hicieron eco de ella de la más variada forma, en general con sorna, pero también con escándalo y con sorpresa.

Yo mismo quedé consternado, y más expuesto que nunca a las dudas de siempre, que me asaltaron con especial crudeza. ¿Tiene sentido ejercer
la crítica en un medio dispuesto a desactivar los efectos de la misma y a desautorizar a su propio crítico? ¿Tiene sentido tratar de hacer una
crítica más o menos exigente e independiente en un medio que parece privilegiar y defender a ultranza, sin el mínimo decoro, los intereses
de una editorial que pertenece a su mismo grupo empresarial? Haciendo caso a quienes me recomendaban no abandonar ni ceder terreno
precisamente en momentos como éste, me resolví al final a escribir una nueva reseña, apalabrada ya desde meses atrás, y que mandé a la
redacción de Babelia el pasado 13 de octubre. Se trataba en esta ocasión de un comentario a 'El bosque sagrado', un ya clásico libro de
ensayos críticos de T.S. Eliot que la editorial Langre, de El Escorial, ha publicado este mismo año.

Al poco de ser recibida en el periódico, la reseña fue "retenida" por ti, que diste instrucciones de que no se publicara. Como esta situación
se prolongara durante más de dos semanas, me decidí a dirigirte, con fecha del 28 de octubre, una carta en la que te manifestaba mi
extrañeza y en la que te pedía explicaciones. Añadía en mi carta que me
resistía a aceptar las explicaciones que a mí mismo se me ocurrían, y te recordaba que llevaba catorce años colaborando con el periódico.

En la respuesta que me dabas el día siguiente, en carta del 29 de octubre, confirmabas que habías impartido, en efecto, instrucciones de
que mi reseña no se publicara, y para justificar esta decisión aportabas unas pocas reflexiones que ponían muy en duda las posibilidades de mi continuidad en Babelia a la luz, sobre todo, del
tono en tu opinión demasiado tajante y descalificatorio empleado por mí
a la hora de valorar la novela de Atxaga.

"Se ha dicho", me escribías, "y supongo que te habrá llegado, que tu
crítica era como un arma de destrucción masiva y que el periódico hace
mucho tiempo que ha renunciado a utilizar este tipo de armas contra
nadie."

Tengo entendido que quien dijo esto, y lo dijo a voz en grito, frente a
varios testigos, fue Jesús Ceberio, director de El País, el lunes
siguiente a la publicación de mi reseña. Y te confieso que, dentro de
todo, no deja de resultar halagador, para mí y para el oficio de
crítico, que a alguien le quepa pensar que una simple reseña, escrita
en el tono que sea, pueda tener los efectos de una arma de destrucción
masiva. No deja de resultar cómica, por otra parte, la ocurrencia de
emplear la metáfora "arma de destrucción masiva" en estos tiempos que
corren. Parece que estamos todos condenados ‹unos más que otros‹ a
presumir su existencia allí donde no las hay.

En tu carta aceptabas tranquilamente la posibilidad de que las
explicaciones que yo mismo me daba acerca de lo ocurrido, y que me
resistía a aceptar, fueran buenas. Y eso es lo alarmante, pues entre
esas explicaciones se cuentan dos particularmente graves. A una ya he
hecho referencia al aludir a mis dudas sobre el sentido de tratar de
hacer una crítica independiente en un medio que parece privilegiar, con
descaro creciente, los intereses de una editorial en particular y, más
en general, de las empresas asociadas a su mismo grupo. No parece
casual que sea un libro de Alfaguara el que haya alentado tus
escrúpulos sobre el tono que eventualmente empleo a la hora de hablar
sobre un libro que considero francamente malo. Llevo muchos años
empleando un tono muy parecido, y el hacerlo no ha sido hasta ahora
motivo de estupor ni de reprobación, más bien lo contrario. Te invito,
para comprobarlo, a releer mis reseñas de las últimas novelas de
autores como Jorge Volpi (Seix Barral), Antonio Skármeta (Planeta),
Jaime Bayly (Espasa) o Lorenzo Silva (Espasa), tanto o más duras que la
dedicada a Bernardo Atxaga, todas ellas publicadas en el plazo de un
año a esta parte, o poco más.

Pero lo que me preocupa de verdad es que El País, del que vengo siendo
lector desde hace más de veinte años, y donde vengo escribiendo desde
hace catorce, pueda ejercer de un modo abierto la censura y vulnerar
interesadamente el derecho a la libertad de expresión, del que tan a
gala tiene ser defensor y valedor. Eso, y no otra cosa, es lo que se
desprende de la resolución de vetar a un antiguo colaborador por el
solo motivo de haber manifestado contundentemente, sí, pero también
argumentadamente, su juicio negativo acerca de una novela.

Me decías en tu carta que dudabas aún sobre qué hacer conmigo, y me
anunciabas, para "los próximos días", una "respuesta completa" a mi
petición de explicaciones. Pero ha pasado más de un mes, y supongo que
las pobres reflexiones que entonces me adelantabas no han hecho
entretanto sino cobrar cuerpo. Con fecha del mismo día 29 de octubre te
escribía yo que quedaba a la espera de tu "respuesta completa". Pero no
dispongo de una eternidad para eso. Entiendo que la espera ha
transcurrido en vano, y soy yo el que de nuevo tomo la iniciativa de
escribirte esta carta abierta para esta vez simplemente decirte adiós,
y despedirme de paso de los lectores de El País que durante todo este
tiempo han seguido, con su aprobación o con sus desacuerdos, mi empeño
quizás insensato de perseverar en el cada vez más menoscabado y cuestionado ejercicio de la crítica.

Publicado por: Denis a las Diciembre 9, 2004 01:35 PM

"Esa gente tiene una forma de vivir allí que no es la misma que la de aquí." (Joan)

Eso, los oscuritos sienten especial predilección por vivir en sociedades no democráticas regidas por un tirano asesino. Dejémosles, que eso de la democracia es para nosotros, y además los pobrecitos no lo entenderían. si es que son como animalitos, pobres.

Publicado por: Vics Vaporub a las Diciembre 9, 2004 01:43 PM

Nacho, a mi juicio el "affaire" Echevarria merece una primera plana. Y que conste que soy un lector asiduo de "El Pais", pero los poderosos y sus malas artes no distinguen a la hora de aplastar a los que no los somos, entre izquierda y derecha.
Liberté, igualité,fraternité.

Publicado por: casiopeo a las Diciembre 9, 2004 01:46 PM

Va, va. . Estaba buscando el texto de aquella crítica a Atxaga para completar la cartta. Lo tenía guardado porque era una crítica magnífica. Ya está colgado en portada.

Publicado por: Nacho a las Diciembre 9, 2004 02:00 PM

La critica en cuestion la acabo de encontrar en google.


Una elegía pastoral

Por Ignacio Echevarría

Resulta difícil sobreponerse al estupor que suscita la lectura de esta novela. Cuesta creer que, a estas alturas, se pueda escribir así. Cuesta aceptar que, quien lo hace, pase por ser, para muchos, mascarón de proa de la literatura de toda una comunidad, la del País Vasco, cuya situación tan conflictiva reclama, por parte de quien se ocupa de ella, el máximo rigor y la mayor entereza.

Bernardo Atxaga (Aestasu, Guipúzcoa, 1951) nunca ha eludido -y eso le honra- la representatividad que viene recayendo sobre él desde el éxito clamoroso de “Obabakoak” (1988). No cabe dudar de las presiones que ello comporta y de lo difícil que tantas veces ha de resultarle abrirse paso a través de ellas. Hasta cierto punto, ello podría servir de atenuante de la tibieza y de la confusión que rodean la percepción que Atxaga tiene de la realidad vasca. Pero no puede de ningún modo atenuar, por lo que toca a esta novela, el carácter tan tópico -acusadoramente tópico, esta vez- de sus planteamientos narrativos, la enclenque consistencia de sus personajes, la poquedad de sus desarrollos.

El hijo del acordeonista tiene por principal escenario Obaba, la imaginaria localidad vasca en la que viene recreando Atxaga, con tintas arcaizantes, los atributos del ámbito rural en el que él mismo se crió. Entre otras cosas, la novela viene a contar el deterioro y la pérdida definitiva de ese mundo idílico por obra del progreso, sí, pero sobre todo por la injerencia de una violencia histórica en cuya espiral queda atrapado David, el protagonista del relato.

Las circunstancias que, hacia finales de los años sesenta, pudieron empujar a un sano e ingenuo chavalote vasco a militar en ETA: tal parece el asunto que Atxaga pretende ilustrar, echando mano de la experiencia de toda su generación y, eso sí, dejando claro su actual distanciamiento de la actividad terrorista tal y como se viene desarrollando desde el establecimiento de la democracia.

Cuando apenas cuenta 13 años, un informe psicólogico atribuye la poca sociabilidad de David al "apego" que siente por "el mundo rural", y hace constar que "los viejos valores" aparecen en su mente "confundidos con los modernos". Muy tempranamente, David siente la llamada poderosa de formas de vida arcaicas, que lo mueven a añorar un "mundo antiguo" que sobrevive todavía en las cercanías de Obaba. Allá frecuenta el caserío familiar de Iruain, en "un pequeño valle verde, bucólico", que parece destinado a acoger a los "campesinos felices" (así los llama él siempre, citando a Virgilio), junto a los cuales se siente David más a gusto que entre sus compañeros de colegio.

El conflicto empieza cuando, siendo todavía adolescente, David descubre poco a poco el oscuro pasado de su padre, acordeonista de profesión, que colabora con las autoridades franquistas y que estuvo implicado, al parecer, en los fusilamientos que tuvieron lugar en Obaba tras la entrada en el pueblo de los facciosos, a los pocos meses de estallar la Guerra Civil. Pese a su completa ignorancia de lo ocurrido, David se siente "enfermo sólo de pensar que puedo ser hijo de un hombre que tiene sus manos manchadas de sangre".

A partir de entonces, el mundo de David queda ensombrecido por la maldad impenitente de los fascistas y sus secuaces. Ellos son el origen de todos los males, pues no sólo son ladrones y asesinos, no sólo son españolistas y están moralmente corruptos, sino que, para colmo, son los que, a fin de hacer prosperar sus turbios negocios, y siempre "llevados por su odio a las gentes del País Vasco", hacen traer a Obaba las grúas y los camiones que con sus ruedas aplastan las "palabras antiguas", hundiéndolas en el barro "como copos de nieve", dejando ver "lo desigual de la lucha, qué poca esperanza había para el mundo de los "campesinos felices".

La progresiva toma de conciencia de este estado de cosas ocupa al menos dos terceras partes de la novela, en las que de paso se da cuenta minuciosa -y sonrojante- de las zozobras amorosas de David. El resto del libro, a fuerza siempre de introducir elipsis temporales toda vez que el relato se enfrenta a una dificultad, da cuenta de las forma casi inevitable en que David se incorpora a ETA, organización que, conforme a su testimonio, parece limitarse a distribuir panfletos y hacer volar monumentos y edificios públicos. Sólo cuando las cosas empiecen a desmandarse tomará David la decisión de emigrar a Estados Unidos, donde a la vera de su tío Juan, poseedor de un rancho dedicado a la cría de caballos, cumple su ideal de vida bucólica, al lado de Mari Ann, su mujer (hija de un veterano brigadista internacional, cómo no), y sus dos hijitas. Con ellas juega David a enterrar en pequeñas cajas de cerillas palabras que en la "vieja lengua" de su país van cayendo en desuso.

La beatitud y el maniqueísmo de sus planteamientos hace inservible El hijo del acordeonista como testimonio de la realidad vasca. A este respecto, la novela sólo vale como documento acrítico de la inopia y de la bobería -de la atrofia moral, en definitiva- que no han dejado de consentir y de amparar, hoy lo mismo que ayer, de forma más o menos melindrosa, el desarrollo del terrorismo vasco, reducido aquí a un conflicto de lobos y pastores, un problema de ecología lingüística y sentimental, al margen de toda consideración ideológica.

Existe un huidizo concepto, el de la razón narrativa, que por su parte ampara las sinrazones que puedan caber en un relato. Pero es esta razón narrativa la que empieza por fallar completamente en El hijo del acordeonista, novela que incumple las mínimas reglas del decoro literario. El texto se ofrece como un desordenado "memorial" escrito por David pero reescrito póstumamente por su amigo Joseba, antiguo camarada en la lucha y en la actualidad conocido escritor vasco. Un artificio tramposo que, con sus chispas metaliterarias -y metaficcionales, dado que se insinúan aquí y allá claves autobiográficas-, no consigue amenizar la deriva tan previsible de un libro construido con una sentimentalidad jurásica, que en sus mejores páginas trae, bien que a su modo, el recuerdo de las novelas de José Luis Martín Vigil.

Todo servido en una prosa de seminarista, de una cursilería casi conmovedora, llena de ridículos arrobamientos ("los osos: tan inofensivos, tan inocentes, tan hermosos") y capaz de refutar en términos como los siguientes las maledicencias que corren en torno a don Pedro, un indiano ricachón -pero republicano- de quien se cuenta que labró su fortuna a costa de su hermano: "Detalles policiales aparte, los dos hermanos se querían mucho: porque eran Abel y Abel, y no, de ninguna manera, Caín y Abel. Desgraciadamente, como bien dice la Biblia, la calumnia es golosina para los oídos...". Y sigue.

Para nimbar el marco pastoral de la novela con favorecedoras luces crepusculares, resulta que David escribe su memorial sabiéndose víctima de una grave dolencia que pronto lo arrancará de su particular paraíso terrenal. Aunque tarde, ha comprendido que "la vida es lo más grande, quien la pierda lo ha perdido todo" (sic). Pero incluso a la muerte consigue arrancarle David rasgos embellecedores, pues en su cercanía el amor adquiere, dice, nuevas formas: "Formas dulces, casi ideales, ajenas a los conflictos y a los roces de la vida cotidiana". Como las del camino de salvación que postula esta novela.

Publicado por: Denis a las Diciembre 9, 2004 02:02 PM

Casiopeo, no sé yo si es para tanto, aunque igual lo acabo poniendo en Elastico, no sé. La noticia, no obstante, no es que a un crítico lo echen por hacer una mala crítica cuando convenía que la hiciera buena, o viceversa. Eso ha pasado toda la vida. Lo interesante es que en vez de tratarse de una cuestión de no incomodar al protegido de una duquesa bien conectada social y financieramente, o al protegido del partido político afín, se trate de joderle las ventas a la editorial del mismo grupo. Esa sinergía perversa es la que llama la atención en este caso, poco más.

Por otra parte, Obabakoak me pareció una obra infame (tan mala como la inmensa mayoría de las novelas españoles) y el personaje, cuando estuvo aquí hace dos años y medio, un imprensentable que dio su presentación borracho. Así que lo de Echeverría parece particularmente sangrante.

Publicado por: Antonio a las Diciembre 9, 2004 02:10 PM

No me refiero a que no tenga derecho a la democracia, me refiero a que ellos no quieren viviar bajo la presion de EEUU y mucho menos que les roben el petrolio que está en su país. Si a estas alturas aun hay alguien que no se ha dado cuenta que EEUU unicamente está interesado en el petrolio es que hace muchos años que no se lava los ojos.

Publicado por: Joan a las Diciembre 9, 2004 06:25 PM

Parece que ciertas verdades no gustan a determinados poderes

Publicado por: Camarón a las Diciembre 9, 2004 07:09 PM

Aqui lo que esta en juego es una combinacion de racismo y anitamericanismo caracteristica de los proges.
Antiamericanismo: pueden llenar paginas y paginas con acusaciones ridiculas contra los EEUU pero los asesinos terroristas enemigos de EEUU son sus heroes
racismo: para un progre un iraki no tiene derecho a la democracia, para un progre un iraki no se merece otra cosa que la dictadura. Y si alguien se rebela y quiere llevar la democrci a y la libertad a un pueblo no-europeo los progres enseguida le motejan de "imperialista capitalista"

A los progres les encantaria que saddam siguiese asesinando uy esclavizando a los irakies; p[arece que el sufrimiento de millones de personas es lo que se necesita paras que un progre tenga la conciencia tranquila

Publicado por: hayek a las Diciembre 9, 2004 07:31 PM

¿Ves, Guille?

tú: A es blanco
hayek: No, no, A es blanco
tú: pues eso, que A es blanco
hayek: todo el mundo sabe que A es blanco, pero vosotros los nazis islamofascistas nazis no dejáis de decir que A no es blanco
tú:....

Da igual dónde, siempre termina saliendo

Publicado por: Camarón a las Diciembre 9, 2004 07:38 PM

"Y si alguien se rebela y quiere llevar la democracia y la libertad a un pueblo"

Los libros de Historia recogerán el episodio iraquí como la segunda revolución de los claveles, no te quepa duda. Y Rumsfeld será llamado a figurar con su foto junto a la entrada "Libertad" en todas las enciclopedias. No te quepa duda, hayek, no te quepa duda.

Salvo en las enciclopedias de Polanco, claro, que serán redactadas por los nietos de Rubalcaba.

Publicado por: prosopopeyo a las Diciembre 9, 2004 07:47 PM

Y que serán las únicas que leerán nuestros nietos, prosopopeyo, mientras los demás leen en libertad y con una mente abierta.

Publicado por: Carloshhh a las Diciembre 9, 2004 08:31 PM
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